martes, 12 de noviembre de 2013

Manuel Alejandro Castro Patiño




Un joven caleño nacido el 8 de agosto de 1982, el mayor de tres hermanos y un soldado de la patria protagoniza esta triste y dolorosa historia, una de las tantas de este tipo que manchan con sangre las páginas de la “novela” (que muchas veces parece de ficción) de Colombia. Manuel Alejandro Castro Patiño tenía 20 años de edad cuando fue secuestrado en la vereda La Arroyuela en Cajibío, Cauca, donde vivía su familia en ese entonces. Él, al igual que cientos de miles de colombianos le fue arrebatado por la fuerza a su madre y hermanos, con los que compartía unos días de descanso y permiso del servicio militar obligatorio que estaba prestando. El 20 de septiembre de 2003, día de su secuestro, llevaba ya 10 meses prestando el servicio, una decisión que él mismo quiso asumir como una experiencia de aprendizaje para su vida. Tan solo le faltaban dos meses más para acabar y poder regresar a su hogar cuando fue privado de su libertad por un grupo de siete hombres y una mujer pertenecientes a las milicias bolivianas de la Jacobo Arenas de las FARC, al mando de Guillermo alias “pequeño”. 

Su madre, Mariela Patiño, cuenta como irrumpieron en su finca abruptamente y sin piedad alguna se llevaron a su muchacho, argumentando que debían investigarlo por pertenecer al ejército de Colombia. Hoy, al igual que muchas otras madres hace parte activa de la lucha contra el secuestro, y es vocera de la Asociación de Secuestrados y Desaparecidos de Colombia. Ha participado en manifestaciones y caminatas en Cali, junto con más familias de militares, policias y civiles secuestrados; esto para exigir la liberación o incluso alguna información sobre el paradero de sus hijos, nietos, hermanos, primos, padres y abuelos que hoy en día se encuentran internados en la selva y lejos de sus hogares. Después de ese 20 de septiembre, Mariela Patiño ha esperado ya 10 años y casi dos meses sin saber ni una sola noticia del paradero o la suerte de su hijo. Ha intentado contactarse con alias “pequeño”, y en las pocas ocasiones en las que lo ha logrado solo ha recibido burlas y sarcasmos. Se extraña y no admite que las FARC diga que no tienen a ninguna persona secuestrada, pues ella asegura que este comandante fue el hombre que irrumpió en su casa en pleno desayuno familiar y se llevó a su hijo, dejándola impotente y desolada. Ahora solo espera saber… saber algo, cualquier cosa. Si su hijo vive, quién y donde lo tiene y claro, por qué no, también espera que vuelva con ella y pueda cumplir si sueño de ser agronomo, o estudiar medicina como lo había planeado antes de su captura; pero lo más importante, que pueda volver a tenerlo cerca y recuperar el tiempo perdido.

Proyecto Adopta Un Secuestrado (AUS)


El proyecto nace como una iniciativa de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Sabana, que se gesta como una buena forma de no ser indiferentes ante un problema social que afecta de manera directa o indirecta a todo el país, y que merece que tenga más atención de la que se le ha dado. Tiene como objetivo lograr que se promueva la solidaridad con las familias de las víctimas del secuestro, para hacer sentir que no están solos y que no están en el olvido, generar en ellos la esperanza de que aquí los estamos esperando, y que los estaremos esperando con los brazos abiertos para cuando lleguen.
Su lema es “estar con uno para sentirlos a todos”, lo que demuestra que quien adopta un secuestrado le está dando una voz de ánimo a todos los que permanecen en la selva. Y el resultado es gratificante, los soldados al volver se muestran muy agradecidos con la Universidad de La Sabana, haciendo pequeños regalos que bordaron con los más mínimos materiales, rebuscados entre lo que les brindó en algún momento la madre selva, mientras los acogía en su seno.
La mejor forma de sensibilizarnos con un secuestrado es llegándole a su familia, los que de verdad sufren este horror, haciéndoles sentir que no están solos, que aquí los estamos apoyando. Por eso Adopta un Secuestrado lo que quiere es que quien adopte a los que yacen en la selva, lo sientan como un hijo, y sientan que todo lo que le pasa al secuestrado tiene que ver con él mismo, ya que como padre adoptivo tenemos que sentir todo lo que le pase a nuestro hijo como propio.

El secuestro en Colombia


Con el nacimiento de los grupos armados ilegales en el país en los años 60, el secuestro se empieza a concebir como un camino eficaz para financiar una guerra que estaba comenzando, debido a que con el dinero que recibían de estos podrían comprar todo tipo de armamentos y víveres para los soldados que tenían en sus filas. Ya para los 70’s y 80’s, el secuestro se consolidó como la práctica más cometida por estos grupos insurgentes para recibir ganancias, teniendo como blanco principal personas involucradas con la ganadería, ejecutivos de multinacionales, políticos, hombres de familias con dinero e incluso líderes religiosos.
Para 1985 se presentó uno de los momentos más trágicos en la historia de la violencia en el país, el M-19, uno de los grupos guerrilleros que ha existido en Colombia, se tomó el Palacio de Justicia, un hecho donde murieron más personas que combatientes, lo cual de por sí es bastante trágico, y que hoy tiene desaparecidas aún a 11 personas. Hoy, después de 28 años de sucedido este hecho se recuerda con tristeza e impotencia este suceso.
Fue posterior a esto que se empezó a utilizar el secuestro como una estrategia de presión política, que tenía como objetivo cambiar leyes en el país. Fue Pablo Escobar, el más grande capo de la mafia de la historia del país, y responsable de la muerte de cientos de miles de colombianos, quien secuestrando políticos empezó a poner en práctica esta estrategia. Uno de los casos más recordados fue el de Andrés Pastrana, hijo del reconocido político en ese momento, Misael Pastrana Borrero, director del noticiero TV Hoy, y posible delfín de la política colombiana. El fin último de este secuestro era presionar para que se aboliera la ley de extradición, que tenía tan asustados a los mafiosos de este país. A partir de este momento se presentaron otros casos que pusieron en tela de juicio la forma de hacer respetar las leyes en el país, y cuestionaron fuertemente la forma de actuar de estos grupos ilegales.
Para este momento en el país se reportaban más de 7000 secuestros desde 1964, una cifra preocupante debido a que esto es una práctica violatoria de los derechos humanos, pero más preocupante fue la forma como esta cifra se triplicó. Francisco Santos logró por medio de todo un proceso de recolección de firmas y otros momentos, crear una ley para combatir el secuestro en el país, que hoy penaliza de manera drástica a quien practique este.
Tristemente el secuestro no ha parado, y aún siguen en la selva muchos colombianos esperando el momento en que sus captores decidan por fin liberar sus cadenas y dejarlos en libertad. Tan solo en 1996 se registraron 1038 secuestros en el país, y de 2000 hasta 2007 se registraron 14676 casos, algo que nos debe preocupar a los colombianos y  nos debe hacer reaccionar.
Durante años posteriores a esto los colombianos hemos salidos a las calles, de muchas maneras, para exigirles a quienes practican esta táctica violenta y violatoria de los derechos humanos una sensibilidad diferente, a exigirles que bajen las armas, pero no ha habido respuesta a esto, y hoy por hoy siguen sufriendo encadenados miles de colombianos que esperan su pronta liberación.